¿Por qué hay un dia mas en febrero este año?

0

Como todos bien sabemos, los años bisiestos son años con 366 días en lugar de los habituales 365. El día adicional, conocido como día bisiesto, es el 29 de febrero, y no existe en los años no bisiestos. Cada año divisible por cuatro, como 2024, es bisiesto, excepto algunos años seculares (los años que cierran un siglo), como 1900. Esta forma de contar los años es relativamente reciente: data del año 1582 y el artífice fue el papa Gregorio XIII (de ahí lo de gregoriano). ¿Pero de dónde viene y por qué?

Debemos tener en cuenta que el cómputo del tiempo es algo esencial para cualquier civilización. Y no porque tengamos que saber cuándo recolectar las tierras (o como los egipcios, para cuándo debían esperar la crecida del Nilo), sino sobretodo porque los funcionarios deben saber cuándo recolectar los tributos… El paso del tiempo se mide mirando al cielo: si te fijas en el Sol tendrás un calendario solar (como el cristiano o el hindú) y si te fijas en la Luna, lunar (el árabe) o puedes combinar ambas luminarias, como se hace en el hebreo y el chino.

Los primeros calendarios

Los arqueólogos han encontrado que los primeros calendarios históricamente atestiguados datan de la Edad del Bronce, y dependen del desarrollo de la escritura en el antiguo Cercano Oriente. En Victoria (Australia), el conjunto de piedras conocidas como Wurdi Youang parece ser un calendario astronómico pues una serie de piedras, ubicadas al oeste del vértice occidental del conjunto, marcan las posiciones del Sol poniente en los equinoccios y solsticios con una precisión de unos pocos grados. Además, otras disposiciones indican la posición de puesta del Sol en los solsticios y en los equinoccios el Sol se pone sobre las tres piedras prominentes en el vértice.

Se estima que Wurdi Youang puede tener 11 000 años de antigüedad. De confirmarse estaríamos ante el observatorio astronómico más antiguo del mundo. En 2013, los arqueólogos desenterraron un sistema de calendario de 10 000 años de antigüedad en Warren Field, Aberdeenshire, Escocia.

Los calendarios de la antigüedad solían ser lunisolares, dependiendo de la introducción de meses intercalares para ajustar los años solares y lunares. Quien rompió con todo esto fue Julio César en el año 45 a.C., que impuso por decreto antes de la conquista romana de Egipto una nueva forma de computar el tiempo. Fue realizado por el astrónomo alejandrino Sosígenes y se convirtió en el primer calendario estrictamente solar.

El calendario juliano

La reforma de Julio César era algo que debía hacerse pues el invierno se estaba fechando cuando astronómicamente todavía era otoño. Para volver a sincronizar las estaciones con el calendario, el año 46 a.C. fue el año más largo de la historia, con 15 meses y un total de 445 días, de ahí quie se le conozca como el «último año de confusión».

De este modo el calendario juliano constaba de 365 días y cuarto, y ese cuarto se compensaba añadiendo un día extra cada cuatro años. Por desgracia, esta cifra no es una buena medida del año solar real. Una vuelta completa alrededor del Sol le lleva a la Tierra 365 días, 5 horas, 48 minutos y 56 segundos. Esto quiere decir que el año juliano tiene 11 minutos y 14 segundos más que el año solar.

En tiempos de los romanos esta diferencia no era excesivamente importante, pero con el paso de los años el error fue acumulándose. La Iglesia Católica, que había adoptado el calendario juliano para hacer sus cómputos, ya tuvo claro en el Concilio de Nicea celebrado en 325 que los cálculos de Sosígenes eran erróneos, pero no se tomó ninguna decisión para corregirlo. Y el tiempo fue pasando y el desfase agrandándose hasta que en 1582 el día del equinoccio de primavera, el 21 de marzo, estaba desplazado diez días, al 11 de marzo.

El calendario gregoriano

Entonces entró en acción Gregorio XIII, el papa que será eternamente recordado por su oración de acción de gracias de 1572 tras la matanza de protestantes del día de San Bartolomé. Diez años después de tan piadosa plegaria, Gregorio XIII promulgó que tras el 4 de octubre siguiera el 15 del mismo mes, con lo que al año siguiente el equinoccio de primavera sería cuando debía ser, el 21 de marzo. El motivo del cambio de calendario estaba motivado porque esa fecha es trascendental para la Iglesia, ya que el equinoccio de primavera define la celebración más importante de la cristiandad: el aniversario de la muerte y resurrección de Jesús. Para los cristianos occidentales, la Pascua se celebra el primer domingo después de la primera Luna llena que aparece en el cielo tras el 21 de marzo. Si la Luna llena coincide con un domingo, la Pascua se celebra al domingo siguiente.

El año en el que hubo 10 días menos

Cuando el papa Gregorio XIII decidió quitar esos diez días de 1572 hubo muchas protestas. Los criados exigieron su paga completa al final del mes reducido, algo a lo que sus amos se negaron, y muchos ciudadanos se negaron a aceptar que sus vidas fueran acortadas por decreto papal. Entre ellos estaban el resto de las iglesias cristianas, que se negaron a asumir una reforma proveniente de Roma. De hecho, no se convencieron de la necesidad de este cambio hasta muchos años después: los anglosajones lo hicieron en 1752 y los nórdicos 1776. Los más tardíos fueron Rusia, después de la revolución de octubre de 1918, y Grecia, en 1923.

Sin embargo, el sistema no es perfecto: con esta nuevo calendario ganamos alrededor de 44 minutos adicionales cada cuatro años, o un día cada 129 años. Para impedir que el desfase volviera a suceder, el calendario gregoriano suprimió el día bisiesto en los años que terminaran en centenas (los años seculares) a menos que fuesen divisibles por 400, como 1600 y 2000.

Más algún día tendremos que volver a reformarlo: el calendario gregoriano adelanta un día cada 3000 años…

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *